Saint-Malo debe su nombre al monje galés Mac Low que, hacia el siglo VI, se convirtió en obispo de Alet, la antigua cuna de la ciudad actual fundada a mediados del siglo XII. A finales del siglo XV, Ana de Bretaña anexó el Ducado de Bretaña al Reino de Francia; A partir del siglo XVI, Jacques Cartier duplicó la ruta hacia Terranova y descubrió Canadá. Gracias a sus navegantes y comerciantes que embarcaban barcos hacia la India, China, África y las Américas, la ciudad prosperó prodigiosamente en los siglos XVII y XVIII. Los corsarios Duguay-Trouin y Surcouf le dieron un prestigio considerable. Los combates de 1944 devastaron el puerto y destruyeron el 80% de los intramuros. Si bien la reconstrucción le devolvió su silueta legendaria, Saint-Malo, ciudad histórica de esplendor marítimo, ha adquirido desde entonces el equipamiento esencial para convertirse en uno de los mayores atractivos turísticos de Bretaña y el primer puerto de su costa norte. El 26 de octubre de 1967, Saint-Malo intramuros, Saint-Servan, Paramé y Rothéneuf se fusionaron: así nació el Gran Saint-Malo. El interés de la ciudad histórica se combina entonces con un entorno muy rico:

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